Nuestro planeta se encuentra en perpetua mutación, pese a lo cual los humanos lo percibimos como un sistema inmutable. Preferimos ignorar que inevitablemente las condiciones que permiten nuestro actual modo de vida son sólo pasajeras. La tierra tendrá otra Era del Hielo y lo que llamamos “tierra firme” se seguirá moviendo, a ratos con mucha fuerza. Nuestra psiquis funciona mejor si construimos nuestra vida en torno a la estabilidad.
En este contexto cabe preguntarse si el comportamiento más violento de la naturaleza siempre ha desembocado en catástrofes capaces de afectar seriamente el rumbo de la sociedad, algo que estuvo cerca de pasar en las regiones de nuestro país más afectadas por el reciente terremoto y maremoto. Ciertamente que hay algunos hechos naturales que nos afectarían a todos por igual, como los mediáticamente llamados Eventos de Nivel de Extinción, pero la historia demuestra que a lo largo del tiempo las sociedades humanas han sufrido de distinta manera poderosos embates de la naturaleza. En algunos casos han producido una completa desarticulación de la sociedad y, en otros, no ha tenido mayores consecuencias.
Todo parece indicar, por ejemplo, que para los Moche, un poderoso Estado teocrático que durante los primeros siglos de nuestra Era gobernaba una buena parte de la costa norte del Perú, algunos años de un clima dominado por la corriente del Niño, con las consecuentes inundaciones que destruyeron sus campos y sistemas de regadío, llevaron a la caída de su elite gobernante, del orden social por ella impuesto y de la ideología en ese momento imperante. No obstante, los mismos eventos aparentemente no modificaron sustancialmente el orden social de los ancestros de los Changos que poblaban la costa norte de Chile en ese mismo momento, pese a que probablemente los cambios en la disponibilidad de peces y mariscos producto de El Niño seguramente los obligó a cambiar sus estrategias de caza y recolección de estos recursos marinos, base de su subsistencia.
Pareciera entonces que existiría alguna relación entre la complejidad de las sociedades y su capacidad de resistir los embates de la naturaleza. En un mundo pre estatal, donde la sociedad se organizaba localmente, la mayor parte de los recursos eran obtenidos directamente de la naturaleza, casi no existía especialización productiva y muy pocos individuos estaban dedicados a actividades no directamente económicas, terremotos, sequias o inundaciones, si bien probablemente afectarían el curso cotidiano de la vida, muy improbablemente serian capaces de destruir el orden social. No obstante, en sociedad más compleja, como las estatales, donde la organización social es jerarquizada y centralizada, existe una alta especialización productiva y clases sociales enteras no son directamente productivas, basta que se corte uno de los eslabones para que todo el sistema colapse. En el caso del reciente terremoto que afecto a nuestro país, muy probablemente el caos social que se vivió por instantes seguramente en parte se debió a la caída de los sistemas de información centralizados y a la consecuente falta de dirección y control por parte del estado; una situación donde las comunidades locales carecieron de poder social y los individuos actuaron por su cuenta.
Cabe, por último, preguntarse si es posible aprender algo de esta situación. Obviamente, el sólo tamaño de la población actual hace imposible pensar en volver a sistemas de organización social pre estatales, sin embargo sí es posible recoger algunos elementos de ellas que nos preparen mejor para enfrentar la próxima catástrofe. Seguramente que mejorar y potenciar los sistemas de organización local podría brinda una base para que cada comunidad este más preparada para enfrentar eventos catastróficos y reconstruir rápidamente su cotidianidad. Lo mismo ocurriría si las autoridades locales, especialmente municipales y policiales, tuvieran un mayor arraigo local, para convertirse en referentes legitimados frente a una crisis.
sábado, 4 de septiembre de 2010
domingo, 27 de junio de 2010
ZOMBIS EN SANTIAGO
Era el viernes 25 de junio de 2010. Al finalizar ese día de trabajo salí de mi oficina camino a casa. Rápidamente me di cuenta que algo extraño pasaba, se olía algo extraño en el aire y se escuchaba un gran estruendo. A medida que caminaba hacia la estación del Metro me crucé con los primeros de ellos. Corrían desaforados sin una dirección precisa, emitían sonidos guturales y en algunos casos se abalanzaban sobre carteles, autos u cualquier otro objeto. En un principio pensé que se trataba de algunos ebrios que huían de la policía.
Al rato, no obstante, fue evidente que no era eso. Las calles estaban llenas de basura y restos de objetos. En algunas esquinas había grupos de policía agazapados, pero no estaban intentando contener lo que estaba pasando. Me di cuenta que la cosa era grave cuando llego un grupo de ellos y se abalanzó sobre dos chicas que caminaban en la acera del frente y se pusieron a saltar en torno a ellas emitiendo gruñidos y una especie de canticos incomprensibles. Cuando pensaba que alguien debiera hacer algo por esas chicas, el grupo las dejo y corrió en otra dirección.
Rápidamente me metí en la estación del Metro con el fin de escapar del Centro de la ciudad, que en ese momento pensé que sería el sector más afectado. Sin embargo no era así. En las pantallas de video que había en la estación del metro, vi que lo mismo estaba ocurriendo en todo el país. De hecho al llegar a la próxima estación, se subió en mi carro un grupo de ellos. En ese momento los comencé a mirar con detalle, tenían la cara trastornada, con los ojos desorbitados y cubiertos de sudor. Junto con ellos subió un fuerte olor urticante, que claramente indicaba que habían escapado de un intento de la policía por controlarlos. Afortunadamente, el movimiento del carro pareció calmarlos y sólo de vez en cuando emitían algunos ruidos. Eran hombres y mujeres de todas las edades y de todas las condiciones sociales.
Cuando por fin salí del Metro, me percaté que el caos reinante en la cuidad había interrumpido el servicio de buses comencé a caminar hacia mi casa. Sin darme cuenta de pronto me vi envuelto por una de estas turbas que avanzaba calle arriba. Sin embargo, logré pasar desapercibido y sólo se limitaron a saltar, gritar o provocar pequeños destrozos. Al llegar a una bocacalle, tuve la pista definitiva de que es lo que ocurría; un perro se les acerco labrándoles y gruñendo sin razón evidente. Esto indicaba una sola cosa posible, se trataba de zombis. Los no-muertos se habían apoderado de la ciudad.
Más adelante se sabría que todo se debía a un experimento secreto del gobierno que se había salido de control, cuyo nombre en código era Marea Roja. Un programa de control mental que por medio de la TV pretendía hacer más dóciles a los ciudadanos, pero resultó destruyendo la mayor parte de la sinapsis de una parte importante de la población. Se intentó convocar a algunos científicos para tratar de controlar la situación, pero ya era tarde. El contagio se había extendido en Universidades y Centros de Investigación.
El año 2010 comenzó la primera oleada, el futuro es incierto.
Luis E. cornejo. B.
Al rato, no obstante, fue evidente que no era eso. Las calles estaban llenas de basura y restos de objetos. En algunas esquinas había grupos de policía agazapados, pero no estaban intentando contener lo que estaba pasando. Me di cuenta que la cosa era grave cuando llego un grupo de ellos y se abalanzó sobre dos chicas que caminaban en la acera del frente y se pusieron a saltar en torno a ellas emitiendo gruñidos y una especie de canticos incomprensibles. Cuando pensaba que alguien debiera hacer algo por esas chicas, el grupo las dejo y corrió en otra dirección.
Rápidamente me metí en la estación del Metro con el fin de escapar del Centro de la ciudad, que en ese momento pensé que sería el sector más afectado. Sin embargo no era así. En las pantallas de video que había en la estación del metro, vi que lo mismo estaba ocurriendo en todo el país. De hecho al llegar a la próxima estación, se subió en mi carro un grupo de ellos. En ese momento los comencé a mirar con detalle, tenían la cara trastornada, con los ojos desorbitados y cubiertos de sudor. Junto con ellos subió un fuerte olor urticante, que claramente indicaba que habían escapado de un intento de la policía por controlarlos. Afortunadamente, el movimiento del carro pareció calmarlos y sólo de vez en cuando emitían algunos ruidos. Eran hombres y mujeres de todas las edades y de todas las condiciones sociales.
Cuando por fin salí del Metro, me percaté que el caos reinante en la cuidad había interrumpido el servicio de buses comencé a caminar hacia mi casa. Sin darme cuenta de pronto me vi envuelto por una de estas turbas que avanzaba calle arriba. Sin embargo, logré pasar desapercibido y sólo se limitaron a saltar, gritar o provocar pequeños destrozos. Al llegar a una bocacalle, tuve la pista definitiva de que es lo que ocurría; un perro se les acerco labrándoles y gruñendo sin razón evidente. Esto indicaba una sola cosa posible, se trataba de zombis. Los no-muertos se habían apoderado de la ciudad.
Más adelante se sabría que todo se debía a un experimento secreto del gobierno que se había salido de control, cuyo nombre en código era Marea Roja. Un programa de control mental que por medio de la TV pretendía hacer más dóciles a los ciudadanos, pero resultó destruyendo la mayor parte de la sinapsis de una parte importante de la población. Se intentó convocar a algunos científicos para tratar de controlar la situación, pero ya era tarde. El contagio se había extendido en Universidades y Centros de Investigación.
El año 2010 comenzó la primera oleada, el futuro es incierto.
Luis E. cornejo. B.
jueves, 29 de abril de 2010
COMUNA DE PROVIDENCIA: LA ESPERANZA BLANCA
La cultura visual, ya sea la tapa de un libro, los diseños de la ropa o una pintura, nos habla de la ideología de quienes la produjeron. Seleccionar que color utilizar, los diseños aplicados o el gesto de quienes son representados no es una acto arbitrario, sino que una opción guiada por la forma ver el mundo de quien construye dicha obra.
Recientemente, en la ciudad de Santiago he visto perplejos como el anterior enunciado se hace más evidente que nunca. En el territorio de la Comuna de Providencia se ha desplegado una campaña municipal de promoción de la comuna, bajo el lema “Me encanta Providencia”, la que aparece en paletas iluminadas junto a paraderos de microbuses y en diversos lugares estratégicos. Este lema está acompañado con una foto de gran tamaño de una persona que presenta una relajada sonrisa, sobre un fondo blanco que trasmite mucha luz.
En principio esta propaganda no me pareció nada especial, pero al cruzarme con ella en varias calles de esta comuna por donde transito, de pronto emergió un patrón en la selección de las personas utilizadas en las fotos, el cual se puede demostrar por las cosas que dichas personas no son o no tienen:
1) Ninguna tiene la piel morena
2) Ninguna tiene rasgos indígena, africanos, árabes o de cualquier otro grupo racial distinto al europeo
3) Ninguno es crespo
4) Ninguno de los hombres presenta barba
Este patrón, por medio de las personas elegidas, normalmente conocidas dentro de la industria de la publicidad como “modelos”, precisamente trasunta cual es el “modelo” de persona que la Municipalidad de esta comuna define como su ideario de habitante. Pecando de ingenuo, es muy probable que cuando la empresa publicitaria mostró a las autoridades edilicias esta propaganda, a los funcionarios no les pareció extraño que las características arriba reseñadas no estuvieran presentes. En su imaginario únicamente ser blanco de aspecto europeo es aceptable para representar a la población de esta comuna.
La cultura visual es inevitablemente un acto político, un medio de trasmitir un ideario de sociedad y establecer los límites de lo aceptable. De este modo, parece que las autoridades de Providencia revelan un pensamiento racista, tratando simbólicamente de establecer un territorio idealmente “blanco”, en el medio de una ciudad mestiza y morena.
Luis E. Cornejo B.
Recientemente, en la ciudad de Santiago he visto perplejos como el anterior enunciado se hace más evidente que nunca. En el territorio de la Comuna de Providencia se ha desplegado una campaña municipal de promoción de la comuna, bajo el lema “Me encanta Providencia”, la que aparece en paletas iluminadas junto a paraderos de microbuses y en diversos lugares estratégicos. Este lema está acompañado con una foto de gran tamaño de una persona que presenta una relajada sonrisa, sobre un fondo blanco que trasmite mucha luz.
En principio esta propaganda no me pareció nada especial, pero al cruzarme con ella en varias calles de esta comuna por donde transito, de pronto emergió un patrón en la selección de las personas utilizadas en las fotos, el cual se puede demostrar por las cosas que dichas personas no son o no tienen:
1) Ninguna tiene la piel morena
2) Ninguna tiene rasgos indígena, africanos, árabes o de cualquier otro grupo racial distinto al europeo
3) Ninguno es crespo
4) Ninguno de los hombres presenta barba
Este patrón, por medio de las personas elegidas, normalmente conocidas dentro de la industria de la publicidad como “modelos”, precisamente trasunta cual es el “modelo” de persona que la Municipalidad de esta comuna define como su ideario de habitante. Pecando de ingenuo, es muy probable que cuando la empresa publicitaria mostró a las autoridades edilicias esta propaganda, a los funcionarios no les pareció extraño que las características arriba reseñadas no estuvieran presentes. En su imaginario únicamente ser blanco de aspecto europeo es aceptable para representar a la población de esta comuna.
La cultura visual es inevitablemente un acto político, un medio de trasmitir un ideario de sociedad y establecer los límites de lo aceptable. De este modo, parece que las autoridades de Providencia revelan un pensamiento racista, tratando simbólicamente de establecer un territorio idealmente “blanco”, en el medio de una ciudad mestiza y morena.
Luis E. Cornejo B.
jueves, 7 de enero de 2010
Impacto del Rally Dakar en Chile
CARTA PUBLICADA POR EL DIARIO ELECTRONICO EL MOSTRADOR
(http://www.elmostrador.cl/opinion/2010/01/06/el-negativo-impacto-del-dakar-en-el-desierto-chileno/)
Sr. Director:
A pesar del paso del tiempo, las particulares condiciones del Norte Grande han permitido la conservación de significativas evidencias de las ocupaciones humanas que allí se han desarrollado durante más de 10.000 años, tales como las momias chinchorros, aldeas, cementerios, talleres líticos y los restos salitreros.
Entre estas están las huellas troperas: surcos que dejaron en tiempos prehispánicos las caravanas de llamas que conectaron por miles de años los distintos espacios poblados de la zona y durante los siglos XIX y XX, las carretas tiradas por mulas que hicieron posible el funcionamiento de las oficinas salitreras y otros emprendimientos mineros.
Hoy estamos ad portas de que una nueva huella quede marcada, quizás por siglos o milenios, en el desierto.
Pero no será una huella que ayude a comprender como se conectaron los pescadores y recolectores de la costa con los agricultores del Loa y el Salar de Atacama hace 1.500 años o que sea el reflejo de las actividades mineras pretéritas, que generaron un autentico “Paisaje Cultural” hoy reconocido como “patrimonio de la humanidad”.
Durante este mes de enero se desarrollara la etapa chilena del Dakar 2010, una competencia de marcas que recorrerá cientos de kilómetros del desierto, y que, a pesar de los esfuerzos del Consejo de Monumentos Nacionales, impactará evidencias arqueológicas únicas, generadas por nuestros antepasados que habitaron en el espacio más árido del mundo.
La promoción turística de Chile, justificación central para autorizar la competencia, se contrapone con el hecho de que los lugares de Chile más visitados por extranjeros son zonas con ambientes lo más prístinos posibles y ricos en evidencias arqueológicas, sin mucha actividad humana actual.
Por ello consideramos absolutamente injustificada la destrucción del frágil ambiente
desértico y del patrimonio cultural que éste alberga para que Chile aparezca un micro segundo en las cadenas televisivas del mundo y para que algunas empresas obtengan jugosas ganancias
Como Colegio de Arqueólogos de Chile A.G., hacemos un llamado de atención a nuestras autoridades para que no permitan que se genere sin razón una nueva cicatriz en el rostro de nuestro desierto y se destruya nuestro patrimonio cultural.
Daniel Pavlovic, presidente del Colegio de Arqueólogos de Chile A.G.
(http://www.elmostrador.cl/opinion/2010/01/06/el-negativo-impacto-del-dakar-en-el-desierto-chileno/)
Sr. Director:
A pesar del paso del tiempo, las particulares condiciones del Norte Grande han permitido la conservación de significativas evidencias de las ocupaciones humanas que allí se han desarrollado durante más de 10.000 años, tales como las momias chinchorros, aldeas, cementerios, talleres líticos y los restos salitreros.
Entre estas están las huellas troperas: surcos que dejaron en tiempos prehispánicos las caravanas de llamas que conectaron por miles de años los distintos espacios poblados de la zona y durante los siglos XIX y XX, las carretas tiradas por mulas que hicieron posible el funcionamiento de las oficinas salitreras y otros emprendimientos mineros.
Hoy estamos ad portas de que una nueva huella quede marcada, quizás por siglos o milenios, en el desierto.
Pero no será una huella que ayude a comprender como se conectaron los pescadores y recolectores de la costa con los agricultores del Loa y el Salar de Atacama hace 1.500 años o que sea el reflejo de las actividades mineras pretéritas, que generaron un autentico “Paisaje Cultural” hoy reconocido como “patrimonio de la humanidad”.
Durante este mes de enero se desarrollara la etapa chilena del Dakar 2010, una competencia de marcas que recorrerá cientos de kilómetros del desierto, y que, a pesar de los esfuerzos del Consejo de Monumentos Nacionales, impactará evidencias arqueológicas únicas, generadas por nuestros antepasados que habitaron en el espacio más árido del mundo.
La promoción turística de Chile, justificación central para autorizar la competencia, se contrapone con el hecho de que los lugares de Chile más visitados por extranjeros son zonas con ambientes lo más prístinos posibles y ricos en evidencias arqueológicas, sin mucha actividad humana actual.
Por ello consideramos absolutamente injustificada la destrucción del frágil ambiente
desértico y del patrimonio cultural que éste alberga para que Chile aparezca un micro segundo en las cadenas televisivas del mundo y para que algunas empresas obtengan jugosas ganancias
Como Colegio de Arqueólogos de Chile A.G., hacemos un llamado de atención a nuestras autoridades para que no permitan que se genere sin razón una nueva cicatriz en el rostro de nuestro desierto y se destruya nuestro patrimonio cultural.
Daniel Pavlovic, presidente del Colegio de Arqueólogos de Chile A.G.