sábado, 30 de noviembre de 2019

CONSTRUYENDO UNA ASAMBLEA (CONVENCIÓN) CONSTITUYENTE REPRESENTATIVA


El reto a que se enfrenta Chile hoy es construir una asamblea constituyente realmente representativa de toda su población, lo que de hecho esta en la base misma de la noción de Democracia Representativa. La propuesta que hasta ahora se ha barajado es que se utilice el mismo sistema con que se eligen los parlamentarios(as) del Congreso Nacional. En este sistema la representatividad está constituida por una relación de dos variables, las divisiones administrativas del Estado (regiones y provincias) y la cantidad de población que en ellas habita, asignándose a las distintas combinaciones de dichas variables o distritos una cantidad de representantes que deberán ser votados en cada uno de ellos.

No obstante, es posible cuestionar este sistema de representatividad básicamente porque asume que las dos variables utilizadas para construir los distritos agotan la diversidad que debiera estar presente en cualquier cuerpo que pretende ejercer la representación democrática. Obviamente, la cantidad de personas dentro de cada distrito es un requisito básico de proporción necesaria para la representatividad, mientras que la división por regiones y provincias efectivamente pueden representar los distintos ethos culturales presentes a lo largo del país. No obstante, estas dos variables oscurecen otras características de la población evidentemente necesarias de considerar para representar cabalmente a los y las chilenas.

De esta manera, es difícil asegurar que la forma de elección de Parlamentarios pueda producir una verdadera representatividad, existiendo una serie de sesgos que es necesario corregir para lograr el objetivo básico que quienes redacten nuestra nueva carta fundamental encarnen realmente la diversidad del país.

El primer sesgo es el de género, ya que un cuerpo legislativo debiera considerar adecuadamente la proporción de hombres y mujer, de manera tal que los elegidos debieran ser 51% de mujeres y un 49% de hombres. Esto sin considerar la necesidad que el Estado reconozca legalmente y con plenitud de derechos la existencia de otros géneros que hoy necesitarían ser representados. En los últimos años se ha hecho un intento de corrección, pero sólo se consideró que debía haber al menos un 40% de candidatas mujeres, lo que fue subvertido por los partidos políticos presentando mujeres principalmente en aquellos distritos donde no tenían mucha posibilidad de ser elegidas. Esta treta patriarcal de los partidos determinó que hoy en el Senado solo hay un 26,1% de mujeres y en la cámara de Diputados solo un 22,6%.

Un segundo sesgo tiene que ver con la edad de los chilenos, ya que mientras el 37,7 % de la población se encuentra entre los 15 y 40 años y el 42,9% son mayores de 40 años, lo que da un promedio de edad para la población entre los 15 y los 80 años cercano a 35 años. Pese esta realidad, en 2018 la edad promedio en el senado era de 56 años y en la cámara de diputados de 46 años, lo que significa que existe un desfase de al menos una década entre los chilenos que podrían tener una posición sobre el rumbo del país y quienes supuestamente los representan.

En tercer lugar, es evidente que si bien existe cierto requerimiento que los representantes al Congreso provengan de los territorios donde viven sus representados, en la práctica muchos de ellos sólo tienen una propiedad en el área de su circunscripción, mientras que su hogar y su origen se encuentra realmente en Santiago, específicamente en el sector oriente de la Capital. Es más, muchos parlamentarios de larga trayectoria han representado en distintos periodos a distritos completamente diferentes. De esta manera, quienes representan a un distrito no lo hacen por medio de su origen como personas, sino que por medio de los cupos que los distintos partidos asignan a sus candidatos dependiendo de sus teóricas posibilidades de ser electos.

Por último, existe un sesgo relativo al origen étnico de quienes forman parte del Congreso. En el censo de 2017 un total de 2.185.792 personas se autoidentificaron como parte de alguno de los pueblos indígenas legalmente reconocidos, es decir un 12,8% de la población del país. Evidentemente esta proporción no está representada en el congreso, donde en el Senado solo un 4,6 de sus componentes tiene al menos un apellido de origen indígena (Huenchumilla y Campillay). Por su parte en la cámara de Diputados la situación es mucho más grave ya que sólo hay dos parlamentarios(as) con apellidos indígenas (Nuyado y Alinco), lo que representa sólo el 1,3 %. Sin embargo, otros orígenes étnicos que componen la población chilena, además del español, provenientes del norte y centro de Europa o del Medio Oriente, están altamente representados en ambas cámaras, muy probablemente mucho más allá de el porcentaje de la población que representan.

En consecuencia, se podría considerar que el sistema de elecciones que utilizamos en Chile para elegir a los parlamentarios, así como probablemente en muchos otros países, realmente no es representativo, sino que esta sesgado hacia los hombres, mayores de 40 años, provenientes de Santiago y de origen étnico mestizo español o no americano. Es evidente entonces que para construir una asamblea constituyente que redacte un nuevo pacto social es necesario tener un sistema de elecciones de sus miembros que sea realmente representativo de la población chilena, el cual corrija al menos los sesgos que aquí hemos detallado. Esto obviamente requeriría para la importante elección que los chilenos haremos el próximo año un nuevo sistema de elecciones, el cual construya distritos a lo largo del país que permitan asegurar una representación proporcional de géneros y edades, exigiendo que todos los candidatos hayan al menos cursado su enseñanza básica y media en los distritos que pretenden representar y construyendo distritos especiales en territorios con mayorías indígenas donde sólo se puedan presentar candidatos indígenas, lo que les permita tener una representación proporcional a su porcentaje.

Es más, es posible pensar que esta forma de entender la representación, que incluye tanto el acto soberano del voto, las diferencias territoriales de los electores y ciertas características básicas de quienes aspiren a ser electos, podría de hecho ser el sistema adecuado para la conformación también del Congreso y de otros cuerpos como los Consejos Municipales.


Luis Cornejo B.
Departamento de Antropología

Universidad Alberto Hurtado

sábado, 27 de julio de 2019

Chile un sistema post-feudal



 En una rápida revisión de las características principales que debiera tener un sistema capitalista, el cual supuestamente es él eje de la sociedad chilena, se pueden reconocer las siguientes:

1)    La propiedad privada de los medios de producción
2)     La acumulación de riqueza como principal objetivo
3)     Define clases sociales especificas
4)     Permite la movilidad social
5)     Se centra en la libertad de empresa y de asociación
6)     El libre mercado
7)     Mercado regulado por la oferta y la demanda
8)     Promueve la competencia
9)     Reconoce la libertad de trabajo
10)  La mínima intervención del Estado

A partir de este listado es posible analizar cuales de ellas se cumplen en Chile. Las primeras tres, la propiedad privada, la acumulación de riqueza y clases sociales definidas, sin duda se cumplen. De hecho, Chile es uno de los pocos países del mundo que tiene privatizado donde servicios básicos como el trasporte público o bienes esenciales como el agua, son considerados un medio de producción en manos de privados. Lo mismo ocurre con la décima característica definida, ya que el Estado Chileno casi no tiene injerencia en los medios de producción y, a la vez, prácticamente no tiene atribuciones o recursos para fiscalizar las actividades de los privados. En la misma línea, el sistema promueve la definición detallada de las clases sociales, lo que lleva incluso a guetos donde cada clases reside, estudia o pasa su tiempo libre.  

Sin embargo, las otras características listadas las cuales no son cumplidas por el sistema chileno o, al menos, existen muchas limitaciones.

La movilidad social, si bien no existe una medida expresa para evitarla y hay un porcentaje de personas que pueden acceder a mejores condiciones económicas que las que tenían sus padres, alcanzar la parte más alta de escalafón social es una tarea casi imposible, existiendo varias practicas sociales que promueven que el poder económico se mantenga dentro de la misma clase. Los directorios de empresas o los cargos de altas gerencias son asignados a personas de familias conocidas o entre excompañeros de colegio.  

La libertad de empresa y la libre asociación para acometer proyectos productivos efectivamente existe, pero esta sólo en manos de los que ya detentan el capital, que tienen el acceso privilegiado al crédito y los contactos necesarios para gestionarlos.

El libre mercado, su regulación por la oferta y la demanda y la libre competencia, algunos de los estandartes principales del sistema capitalista, son constantemente asediados por la colusión entre las empresas de distintos rubros para ponerse de acuerdo en precios y cuotas de producción, operando tal como carteles de narcotráfico cuyos miembros se conocen desde que estaban en el colegio. A la vez, el sistema ha desarrollado un control sobre la demanda que se basa en la publicidad, muchas veces engañosa, desplegada en todos los medios de comunicación pública posibles, muchas veces generando demandas que no están relacionadas con reales necesidades.
Por último, si bien se reconoce la libertad de trabajo, esto nuevamente es delimitado por el origen de las personas, que como dijimos se anida en guetos geográficos y de relaciones sociales. De esta manera, existe libertad de trabajo, pero sólo dentro de ciertas posibilidades que el sistema de guetos permite.

De esta manera es evidente que Chile no es un país capitalista o, más bien dicho, todas las opciones que este sistema ofrece sólo están disponibles para una clase social, cuestión que asemeja al sistema chileno al feudalismo. En este sistema, teóricamente extinto, también existía la definición de clases sociales estancas, con escasas posibilidades de movilidad social, donde la riqueza era acumulada por los mismos, existía un compromiso de obediencia y trabajo entre vasallos y nobles, que hoy sería entre trabajadores y empleadores, y, además, así como en el Chile la iglesia tenía un gran poder dentro del orden social.   

Así se podría pensar que realmente Chile es un país post-feudal, pero en ningún caso un país capitalista.

Luis E. Cornejo B.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Satyagraha y el movimiento social en Chile


En 1906 Gandhi desarrolló el concepto de Satyagraha como herramienta en sus luchas políticas contra los poderes coloniales en Sudáfrica y la India. Esta idea, fundada en conceptos propios del hinduismo, pero también de otras fuentes de pensamiento occidentales y orientales, básicamente se centra en la construcción de mecanismos de lucha contra un poder político abrumadoramente superior por medios no violentos. Basta ver la historia de para apreciar lo exitoso de su propuesta.

Más allá de su trasfondo que hace del pacifismo una forma de vida, es evidente lo estratégicamente adecuada de Satyagraha, ya que recurrir a medios de lucha violentos  para terminar con el colonialismo muy probablemente no tuvieran tenido el éxito en el mediano plazo, acumulando además un altísimo costo en vidas humanas y en el desarrollo cultural para la India. Es imposible no acordar que además de un hombre espiritual, Gandhi fue un gran estratega.

Hoy en Chile parece que algo podemos aprender de Gandhi, el estratega.

En estos momentos una parte importante de los Chilenos, fervorosamente motivados por los jóvenes, piensa que necesarios hacer una serie de cambios en nuestra sistema político, social y económico. No obstante estas aspiraciones se ven enfrentadas al poder de un sistema de político diseñado para evitar cambios significativos en la estructura rectora de la vida en este país. Tenemos entonces por un lado las demandas por modificar nuestras condiciones de vida y, por otro, un poder abrumador no dispuesto a hacer estos cambios. Ciertamente hoy y aquí ese poder no es una fuerza militar colonialista, dispuesta a disparar muy fácilmente, pero el resultado es el mismo, un poder fuertemente armado con el imperio de la ley y la complacencia de una clase política autopoiética que se han entronizado las últimas décadas.

En esta situación es evidente para muchos, especialmente para los más jóvenes, que se debe lucha contra el poder, ya que se hace evidente que este por si mismo no hará los cambios que a todas luces parecen necesarios. No obstante, parece también evidente que esa lucha ha seguido un camino ambiguo entre la movilización pacifica y el uso de la violencia en contra de iconos del poder y todo aquello que pueda ser carbonizado.

Es aquí donde las enseñanzas Satyagraha adquieren relevancia, ya que sólo la lucha basada en la no-violencia es realmente la única vía de enfrentar este poder, cuya principales armas son la legalidad y la falsa sensación de bienestar del modelo en que vivimos. Estas dos armas solo pueden ser contrarrestadas eficientemente por medio de convocar a la mayoría de los chilenos a apoyar un cambio político, convocatoria que debe considerar que precisamente la señalada apariencia de bienestar en que vivimos, es completamente reactiva a la violencia.

De hecho, cabe preguntarse cual él es el imaginario de aquellos que esperan detonar cambios por medio de la lucha violenta. Es dable preguntarse si asumen que encapucharse, quemar bienes públicos o privados o enfrentarse a piedrazos con la fuerza pública derrocará al poder. Más aún parece evidente que sus precarios medios de lucha son tolerados por el poder, ya que Carabineros, una fuerza militarizada, y los medios de inteligencia efectivamente podrían dar cuenta de ellos sin grandes esfuerzos. La ilusión de la piedra, el casco de obrero y bombas incendiarias de bajo poder ya la vivimos hacia finales del gobierno de presidente Allende, cuando los partidos de izquierda de la época se preparaban con estos mismos medios precarios para defender al gobierno. Obviamente, al golpe militar dejo claro que eso no eran más que juegos afiebrados.

A todas luces parece claro que hoy la protesta violenta es aprobada por el poder, ya que es la mejor contramedida que tienen contra aquellos que aspiran a dar un nuevo rumbo a las cosas. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que después de cada movilización callejera los medios de comunicación se centran en los desmanes, autobuses quemados o el número de personas vestidas de negro detenidas, construyendo una imagen del caos que saldrá de los cambios que los movilizados estas proponiendo.

Gandhi y su Satyagraha lograron cambiar profundamente la historia de uno de los países más poblados del mundo. Su estrategia señala un camino que hoy en Chile puede efectivamente convocar a la nación hacia un nuevo sistema político, social y económico.

Luis E. Cornejo B.

martes, 8 de mayo de 2012

CHILE FEDERAL


“al dividir una marraqueta en dos no se obtiene dos marraquetas,
sino que sólo dos pedazos…”


En los últimos tiempos ha tomado fuerza la idea que es necesario incrementar la autonomía de las regiones. Algunas modificaciones legales caminan hacia allá, por ejemplo la Ley de Monumentos Nacionales, e incluso hace unos días un político proponía en televisión un Chile Federal.

Por supuesto que esto es una idea atractiva en regiones y seguramente tendrá el respaldo de aquellos que necesitan esos votos.

Hay algunas razones a que a mi juicio hacen que esta idea sea una mala idea. Para construir una nación con regiones autónomas es necesario que los flujos de la riqueza circulen en patrones diferenciados regionalmente, cuando lo que realmente ocurre es que en Chile el flujo de la riqueza fluye hacia Santiago o, más bien dicho, hacia la parte alta de Santiago. Por otro lado, la distribución de los profesionales en Chile esta altamente concentrada en Santiago, lo que hace que en algunas regiones no existan profesionales capacitados para generar criterios en la toma de decisiones.

Estas condiciones eventualmente podrían alterarse generando las condiciones como para alterar estos patrones, aunque es muy probable que en un estado democrático esto no se logre, ya que implicaría necesariamente mover personas a regiones, algo así como los mitimaes Inka.

No obstante hay otra condicionante más estructural que a mi juicio es aún más importante. Chile tiene un tamaño y una cantidad de poblaciones que no alcanza a formar una masa critica como para que las decisiones tomadas regionalmente tengan un alcance únicamente regional. Un buen ejemplo de esto es la discusión existente sobre el Mall de Castro, donde las autoridades municipales, en incluso una parte importante de la población de la ciudad, apoyan esta construcción pese a que muchos otros chilenos piensan que atenta contra un patrimonio que les es propio también.

Lo anterior no quiere decir que el Estado no tenga una deuda con las regiones, pero esa es la misma deuda que el Estado tiene con aquellos que viven en los barrios populares de Santiago. Esa deuda básicamente se debe a que en esencia del Estado en Chile tiene por función proteger a los flujos de la riqueza y a quienes están a ellos asociados. De esta manera, entonces lo que se requiere para que las regiones se desarrollen adecuadamente es reconstruir el Estado, dándole la fuerza y las capacidades para preocuparse de toda la población, sea que esta viva en rio Jorquera, un apartado valle de la cordillera de la III región, o en la comuna capitalina de La Pintana.


Luis E. Cornejo B.

jueves, 22 de marzo de 2012

CHILE…UN PAÍS REMEDO

En un recorrido meditado por el centro de Santiago es posible advertir una cosa siniestra. Los chilenos no son individuos, solo son remedos de algo. Las mujeres son imitaciones de una imagen proyectada por las pantallas de la televisión o los catálogos de las multitiendas. Los hombres por su parte aparentan ser jugadores de futbol, visten poleras con el nombre de algunos o tenidas deportivas para fuera de cancha. El individuo chileno se desgrana en la maquina del mercado. Pierde entereza, sustancia y se convierte en una mala copia de un modelo elaborado por leyes de la mercadería y el merchandising que tienen vida propia…una vida no humana.

lunes, 1 de agosto de 2011

El rally Dakar destruye nuestro desierto y su patrimonio arqueológico

El desierto de Atacama alberga una parte importante de la historia cultural de Chile. Recientes investigaciones en la Pampa (Qba. Mani) descubrieron sutiles evidencias de los primeros Chilenos que aquí habitaron hace más de 14 mil años. Está surcada por antiguos huellas que unían a los pueblos desde el altiplano a la costa y que todavía se utilizaron durante el auge salitrero, cuyas instalaciones dispersas por la pampa nos hablan de la formación del Chile del siglo XIX.

Toda esta riqueza, no obstante, está siendo destruida de manera masiva por una actividad que, si bien en teoría podría tener algunos beneficios económicos por medio del turismo, destruye un importante archivo de nuestra historia. La huella dejada por los competidores en el 2011 se extiende en nuestro país por cerca de 2439 km y, aunque considerando que una parte de ella trascurre por caminos existentes, es factible estimar que la superficie impactada podría ser equivalente a unas 15.000 hectáreas1, es decir unas tres veces las represas de HidroAysen. En la competencia del 2011, el Consejo de Monumentos Nacionales informó que se afectó en distinto grado cerca del 45 % de los sitios arqueológicos que habían sido identificados en la ruta, pese a la implementación de algunas medidas para protegerlos.

Es indiscutible que es completamente equivocada la política estatal que ha favorecido desde las más altas autoridades esta empresa. De hecho, el Estado paga una importante para que se realice en Chile este seudo-deporte, una actividad de elite y muy alejada de las nociones modernas de desarrollo sustentable, protección de medioambiente y patrocino del desarrollo cultural local. Dicho de otra manera, el estado está pagando para que destruyan nuestro patrimonio arqueológico y la riqueza escénica del desierto, dos de los valores que Chile mejor puede promocionar para atraer permanente a turistas a nuestro desierto.

Luis E. Cornejo B.
Arqueólogo

Ver el informe del CMN

miércoles, 27 de julio de 2011

CAPITALISMO ANTROPÓFAGO

En los últimos años Chile ha exhibido cifras macroeconómicas que tiene satisfechos a muchos. En términos de crecimiento le país pareciera que se acerca a aquellos países definidos como Desarrollados. No obstante, a la luz de recientes acontecimientos en el mundo de Comercio, es necesario preguntarse cómo se ha erigido ese crecimiento. Si bien una parte de esas cifras proviene de actividades productivas (industria manufacturera, agricultura, etc.), otra parte proviene del comercio, la prestación de servicios y la banca, actividades donde las prácticas abusivas se han empezado a hacer cada día más evidentes.

Desde repactaciones sin consentimiento, pasando por créditos con intereses usureros, carreras universitarias sin campo laboral o “ajustes de sencillo”, demuestran con claridad que todas esas industrias tiene una base en la obtención de ganancias ilegitimas, ganancias que exprimen el esfuerzo de las personas, exprimen su energía trasformada en dinero por medio del trabajo asalariado. A la vez, una parte importante de estas industrias explotan a sus trabajadores, imponiendo jornadas de trabajo extenuantes, impidiendo la organización sindical o, simplemente, no respetando el derecho a la silla.

De esta manera, es posible pensar que un porcentaje, por ahora difícil de evaluar, del tan aclamado crecimiento de la economía chilena proviene de la obtención ilegitima de ganancias. Esto ocurre en el concierto de una ideología capitalista en la cual la única meta es maximizar las ganancias, en el marco de un Capitalismo Antropófago que se alimenta de los ciudadanos comunes.

Ciertamente que esto en gran medida se debe a que esta Ideología ha permeado al Estado, ya que si bien en muchos casos existen leyes que definen lo que es legítimo, el mismo Estado no se ha dotado de los instrumentos, personal ni recursos para fiscalizar el cumplimento de las leyes y proteger a sus ciudadanos. En el siglo XVII Thomas Hobbes propuso que pese a que “el Hombre es el Lobo del Hombre” tiende a ser racional y darse un orden, los Estados o las Repúblicas, que viene a “…ser un hacinamiento del poder resultante del egoísmo colectivo”. Lamentablemente más de 400 años después, él sigue estando equivocado.