El reto a
que se enfrenta Chile hoy es construir una asamblea constituyente realmente
representativa de toda su población, lo que de hecho esta en la base misma de
la noción de Democracia Representativa. La propuesta que hasta ahora se ha
barajado es que se utilice el mismo sistema con que se eligen los
parlamentarios(as) del Congreso Nacional. En este sistema la representatividad está
constituida por una relación de dos variables, las divisiones administrativas
del Estado (regiones y provincias) y la cantidad de población que en ellas
habita, asignándose a las distintas combinaciones de dichas variables o
distritos una cantidad de representantes que deberán ser votados en cada uno de
ellos.
No obstante,
es posible cuestionar este sistema de representatividad básicamente porque
asume que las dos variables utilizadas para construir los distritos agotan la
diversidad que debiera estar presente en cualquier cuerpo que pretende ejercer
la representación democrática. Obviamente, la cantidad de personas dentro de cada
distrito es un requisito básico de proporción necesaria para la
representatividad, mientras que la división por regiones y provincias
efectivamente pueden representar los distintos ethos culturales presentes a lo
largo del país. No obstante, estas dos variables oscurecen otras
características de la población evidentemente necesarias de considerar para
representar cabalmente a los y las chilenas.
De esta
manera, es difícil asegurar que la forma de elección de Parlamentarios pueda producir
una verdadera representatividad, existiendo una serie de sesgos que es
necesario corregir para lograr el objetivo básico que quienes redacten nuestra
nueva carta fundamental encarnen realmente la diversidad del país.
El primer
sesgo es el de género, ya que un cuerpo legislativo debiera considerar
adecuadamente la proporción de hombres y mujer, de manera tal que los elegidos
debieran ser 51% de mujeres y un 49% de hombres. Esto sin considerar la
necesidad que el Estado reconozca legalmente y con plenitud de derechos la
existencia de otros géneros que hoy necesitarían ser representados. En los
últimos años se ha hecho un intento de corrección, pero sólo se consideró que
debía haber al menos un 40% de candidatas mujeres, lo que fue subvertido por
los partidos políticos presentando mujeres principalmente en aquellos distritos
donde no tenían mucha posibilidad de ser elegidas. Esta treta patriarcal de los
partidos determinó que hoy en el Senado solo hay un 26,1% de mujeres y en la
cámara de Diputados solo un 22,6%.
Un segundo
sesgo tiene que ver con la edad de los chilenos, ya que mientras el 37,7 % de
la población se encuentra entre los 15 y 40 años y el 42,9% son mayores de 40
años, lo que da un promedio de edad para la población entre los 15 y los 80
años cercano a 35 años. Pese esta realidad, en 2018 la edad promedio en el
senado era de 56 años y en la cámara de diputados de 46 años, lo que significa
que existe un desfase de al menos una década entre los chilenos que podrían
tener una posición sobre el rumbo del país y quienes supuestamente los
representan.
En tercer lugar,
es evidente que si bien existe cierto requerimiento que los representantes al
Congreso provengan de los territorios donde viven sus representados, en la
práctica muchos de ellos sólo tienen una propiedad en el área de su
circunscripción, mientras que su hogar y su origen se encuentra realmente en
Santiago, específicamente en el sector oriente de la Capital. Es más, muchos
parlamentarios de larga trayectoria han representado en distintos periodos a distritos
completamente diferentes. De esta manera, quienes representan a un distrito no
lo hacen por medio de su origen como personas, sino que por medio de los cupos
que los distintos partidos asignan a sus candidatos dependiendo de sus teóricas
posibilidades de ser electos.
Por último,
existe un sesgo relativo al origen étnico de quienes forman parte del Congreso.
En el censo de 2017 un total de 2.185.792 personas se autoidentificaron como parte
de alguno de los pueblos indígenas legalmente reconocidos, es decir un 12,8% de
la población del país. Evidentemente esta proporción no está representada en el
congreso, donde en el Senado solo un 4,6 de sus componentes tiene al menos un
apellido de origen indígena (Huenchumilla y Campillay). Por su parte en la cámara
de Diputados la situación es mucho más grave ya que sólo hay dos parlamentarios(as)
con apellidos indígenas (Nuyado y Alinco), lo que representa sólo el 1,3 %. Sin
embargo, otros orígenes étnicos que componen la población chilena, además del
español, provenientes del norte y centro de Europa o del Medio Oriente, están
altamente representados en ambas cámaras, muy probablemente mucho más allá de
el porcentaje de la población que representan.
En
consecuencia, se podría considerar que el sistema de elecciones que utilizamos
en Chile para elegir a los parlamentarios, así como probablemente en muchos
otros países, realmente no es representativo, sino que esta sesgado hacia los
hombres, mayores de 40 años, provenientes de Santiago y de origen étnico
mestizo español o no americano. Es evidente entonces que para construir una
asamblea constituyente que redacte un nuevo pacto social es necesario tener un
sistema de elecciones de sus miembros que sea realmente representativo de la
población chilena, el cual corrija al menos los sesgos que aquí hemos detallado.
Esto obviamente requeriría para la importante elección que los chilenos haremos
el próximo año un nuevo sistema de elecciones, el cual construya distritos a lo
largo del país que permitan asegurar una representación proporcional de géneros
y edades, exigiendo que todos los candidatos hayan al menos cursado su
enseñanza básica y media en los distritos que pretenden representar y
construyendo distritos especiales en territorios con mayorías indígenas donde sólo
se puedan presentar candidatos indígenas, lo que les permita tener una
representación proporcional a su porcentaje.
Es más, es
posible pensar que esta forma de entender la representación, que incluye tanto
el acto soberano del voto, las diferencias territoriales de los electores y ciertas
características básicas de quienes aspiren a ser electos, podría de hecho ser
el sistema adecuado para la conformación también del Congreso y de otros
cuerpos como los Consejos Municipales.
Luis Cornejo B.
Departamento de Antropología
Universidad Alberto Hurtado