sábado, 26 de septiembre de 2009

DEBATE PRESIDENCIAL Y LA LEGITIMIDAD DEL PODER

El poder de las autoridades a través de la historia se ha constituido en base a dos ejercicios distintos. Por un lado está su capacidad de ejercer represión sobre quienes viven dentro del territorio que reclaman como parte de su dominio. Esto quiere decir que si vives en un territorio determinado, los que ostentan la autoridad tiene la capacidad de obligarte a aceptar su dominio. Esto se ha logrado por el ejercicio de la fuerza y la coerción. Si yo vivo en Chile debo aceptar el derecho de las autoridades constituidas o si no terminó en la cárcel. No obstante, junto con este poder represivo, las autoridades siempre han necesitado legitimar ideológicamente su dominio y así intentar mantener la lealtad y aceptación de los gobernados. Esto deriva del hecho que gobernar por el sólo ejercicio de la represión no produce estabilidad y garantiza que surjan fuerzas que busquen liberarse de dicha represión.

En este proceso ideológico -esto quiere decir en términos simples un sistema de ideas que intenta hacer parecer “natural” a algo que es esencialmente arbitrario- se ha recurrido al derecho por descendencia, por ejemplo de una figura totémica fundador del linaje, grupo o nación, el derecho por tener una vinculación especial con lo divino en contraposición de la mayoría que no tiene esa facilidad o, más recientemente, aducir ser quienes tienen el real conocimiento de que lo la sociedad necesita para progresar. Hoy en Chile, como en buena parte del mundo occidental, este legitimación proviene de la ideología que las autoridades representan la soberanía popular por medio de Democracia Representativa, razón por la cual todos debemos aceptar el dominio establecido por quienes resulten electos.

El sostenimiento de la ideología dominante requiere de ritos que deben ser desarrollados por los gobernantes periódicamente. Estos deben ser eficientes en mantener a los gobernados convencidos que las ideas acerca del poder son plausibles y, por lo tanto, dispuestos a acatar la situación política existente. A través de la historia estos ritos han incluido sacrificios, fiestas o desfiles militares, pero en el contexto contemporáneo esta ritualidad se ha concentrado en las posibilidades que ofrecen los medios audiovisuales para que la clase política construya un discurso coherente para los gobernados.

Dada esta situación, cabe preguntarse si hoy en Chile la ideología de la democracia representativa es realmente eficiente en legitimar el poder, es decir si el acto democrático se puede apreciar como realmente representativo (esto no quiere decir que sea realmente representativo), cosa que creo que entro en un camino de descredito muy claramente destacado en el primer Debate Presidencial trasmitido por la Televisión Nacional. Es un lugar común decir que la “política se ha alejado de la gente”, pero más allá del cliché es evidente que la actual elite política ha dejado de realizar de manera correcta los ritos comunicacionales y cada vez la gente cree menos en la posibilidad de ser representado. Solo basta ver la edad del padrón electoral para darse cuenta de esto.

Obviamente, si una ideología política deja de ser efectiva, la forma de poder que sustenta será remplazada por otra. De hecho, es América Latina ya has varios casos en que la ideología de la democracia representativa han caído en descredito y lo que ha surgido tras ella es la ideología del Hombre Fuerte con tintes mesiánicos, tal como Hugo Chávez y Evo Morales. Lamentablemente muchas veces este proceso ocurre en un contexto donde toma relevancia la otra base de sustentación del poder, la represión.

Luis E. Cornejo B.