Era el viernes 25 de junio de 2010. Al finalizar ese día de trabajo salí de mi oficina camino a casa. Rápidamente me di cuenta que algo extraño pasaba, se olía algo extraño en el aire y se escuchaba un gran estruendo. A medida que caminaba hacia la estación del Metro me crucé con los primeros de ellos. Corrían desaforados sin una dirección precisa, emitían sonidos guturales y en algunos casos se abalanzaban sobre carteles, autos u cualquier otro objeto. En un principio pensé que se trataba de algunos ebrios que huían de la policía.
Al rato, no obstante, fue evidente que no era eso. Las calles estaban llenas de basura y restos de objetos. En algunas esquinas había grupos de policía agazapados, pero no estaban intentando contener lo que estaba pasando. Me di cuenta que la cosa era grave cuando llego un grupo de ellos y se abalanzó sobre dos chicas que caminaban en la acera del frente y se pusieron a saltar en torno a ellas emitiendo gruñidos y una especie de canticos incomprensibles. Cuando pensaba que alguien debiera hacer algo por esas chicas, el grupo las dejo y corrió en otra dirección.
Rápidamente me metí en la estación del Metro con el fin de escapar del Centro de la ciudad, que en ese momento pensé que sería el sector más afectado. Sin embargo no era así. En las pantallas de video que había en la estación del metro, vi que lo mismo estaba ocurriendo en todo el país. De hecho al llegar a la próxima estación, se subió en mi carro un grupo de ellos. En ese momento los comencé a mirar con detalle, tenían la cara trastornada, con los ojos desorbitados y cubiertos de sudor. Junto con ellos subió un fuerte olor urticante, que claramente indicaba que habían escapado de un intento de la policía por controlarlos. Afortunadamente, el movimiento del carro pareció calmarlos y sólo de vez en cuando emitían algunos ruidos. Eran hombres y mujeres de todas las edades y de todas las condiciones sociales.
Cuando por fin salí del Metro, me percaté que el caos reinante en la cuidad había interrumpido el servicio de buses comencé a caminar hacia mi casa. Sin darme cuenta de pronto me vi envuelto por una de estas turbas que avanzaba calle arriba. Sin embargo, logré pasar desapercibido y sólo se limitaron a saltar, gritar o provocar pequeños destrozos. Al llegar a una bocacalle, tuve la pista definitiva de que es lo que ocurría; un perro se les acerco labrándoles y gruñendo sin razón evidente. Esto indicaba una sola cosa posible, se trataba de zombis. Los no-muertos se habían apoderado de la ciudad.
Más adelante se sabría que todo se debía a un experimento secreto del gobierno que se había salido de control, cuyo nombre en código era Marea Roja. Un programa de control mental que por medio de la TV pretendía hacer más dóciles a los ciudadanos, pero resultó destruyendo la mayor parte de la sinapsis de una parte importante de la población. Se intentó convocar a algunos científicos para tratar de controlar la situación, pero ya era tarde. El contagio se había extendido en Universidades y Centros de Investigación.
El año 2010 comenzó la primera oleada, el futuro es incierto.
Luis E. cornejo. B.
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